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HISTORIA martes, 27 de mayo de 2014

Pedro Delgado y el Gavia’88: “Cómo viví la etapa más dura de mi vida”

Cuando la nieve quema... Gavia'88

5 de junio de 1988. 14ª etapa del Giro d’Italia: Chiesa Valmalenco-Bormio, 120 km.

En el año 1988, el Giro vivió una jornada dantesca. Era el 5 de junio y los ciclistas partían de Chiesa Valmalenco con la intención de llegar a Bormio pasando por el Passo di Gavia. A la mañana, antes de la etapa, miembros de la organización hacen gestiones para saber qué tiempo hace en los lugares por donde debe pasar la etapa. Resultado: el las cotas por donde va la carrera llueve, pero la temperatura es de 5 a 7 grados. En el Gavia, en cambio, nieva copiosamente, pero se asegura que pasando las quitanieves no habrá problemas para pasarlo subido a una bicicleta. La temperatura a la hora de la salida es primaveral, y por lo tanto se ven a muchos ciclistas en vestimenta de esa estación.

La carrera en sus primeros kilómetros se desarrolla con normalidad, son pocos kilómetros, 120, y el paso por Aprica no hace sino descolgar a los más débiles. Los primeros aventureros del día fueron el suizo Joho y el italiano Pagnin . Cuando se inicia la escalada al Gavia el holandés Johan Van de Velde ataca y deja atrás a sus compañeros de viaje. Cada vez se ve menos, la nieve cae sin cesar y una bruma hace que la visibilidad sea menor. Pero el holandés ha cometido un grave error, ha atacado la subida en manga corta y es de suponer que en la cima, situada a 2621 metros, las cosas cambien. Van de Velde debió de desistir de su intento de rodar en tales condiciones. Una vez sobrepasado por las primeras unidades se tuvo que refugiar en una caravana donde los propietarios de dieron bebida caliente y abrigo.

No fue el único caso, muchos debieron de ir a los coches particulares para buscar refugio y calor, la única manera de afrontar el descenso. Tal como ocurrió años antes en la etapa del Bondone, la organización no quiso ver cómo más de un corredor efectuaba el descenso dentro de los coches para, a de cara a meta, montar de nuevo en su bicicleta para entrar en la meta como si hubiera realizado el itinerario completo.

La etapa la ganó Erik Breukink, pero el gran beneficiado de la jornada por el norteamericano Andy Hampsten que pasaba a vestirse con la maglia rosa. Ambos de unieron a 5 km de meta. Ya en el último kilómetro Breukink arrancaba para entrar en la línea de meta como ganador con 7” sobre Hampsten, nuevo líder de la prueba.  

Valerio Piva –exdirector de Katusha y ahora en el BMC Racing Team- llegó el último de todos, perdiendo más de 53 minutos sobre el ganador y eso en una etapa de sólo 120 kilómetros. El valeroso Van der Velde, quien había estado parte de la subida al Gavia en cabeza, entró en la meta más de tres cuartos de hora. Las caras de aquellos que acabaron la etapa lo decían todo, atenazados de frío buscaban el consuelo en sus auxiliares.

Tras esta etapa las críticas arreciaron sobre Torriani. Muchos, y no les faltaba razón, echaban en cara el patrón del Giro el no haber suspendido la etapa, tal como ya se había hecho en otras ocasiones. Al día siguiente, en la salida, el sol era protagonista. Lucía radiante pero se debía subir el Stelvio, la Cima Coppi de aquella edición. Con buen criterio, Torriani suprimió el paso por el puerto y redujo el kilometraje. En Giro lo ganaba Hampsten, el primer ciudadano de los Estados Unidos, con 1:43 de ventaja sobre Breukink, quien había perdido una ocasión única de hacerse con una grande en su palmarés.

Clasificación de la etapa:
1 Breukink, 3h53’12”
2 Hampsten a 7”
3 Tomasini a 4’39”
6 Zimmermann a 5’02”
7 Chioccioli a 5’04”
10 Delgado a 7’08”
139 Van der Velde a 46’49”

Clasificación general:
1 Hampsten
2 Breukink a 15”
3 Chiocioli a 3’54”
4 Zimmermann a 4’25”
11 Delgado a 10’41”
20 Juan Tomás Martínez a 32’45”

Pedro Delgado, décimo clasificado a 7:08: “Un frío de mil demonios”

“Yo en principio llegué a ese Giro con la ilusión de meterme en el podio, pero en la primera etapa con final en alto ya vi que no iba, no perdí mucho tiempo, sí lo suficiente para que fuera en adelante ya un poco desmotivado. El resto del Giro me planteé a ver si había manera de sumar alguna etapa o algo parecido. Por ello, el día del Gavia, según arrancó con lluvia yo me iba diciendo a mí mismo que tenía que salvar la etapa, de una u otra manera, ya con la vista puesta en otras dos jornadas que había más adelante con final en alto. Aquella no fue una etapa muy larga, cortita, y eso ayudó un poco en la moral, a pesar de ser un día desapacible, a llevarlo lo mejor posible. Lo que más de sorprendió del Gavia era que nada más subir un poco el puerto, dejamos el asfalto y era tierra, o mejor dicho, un barrizal debajo de nosotros. Cada cien o doscientos metros había un canal de madera que habían hecho para canalizar el agua que bajaba, y me iba repitiendo para mis adentros: ‘Vaya dónde nos han metido, qué día vamos a vivir’.

Allí íbamos subiendo como buenamente podíamos, iba más o menos adelante sin la motivación de estar metido en la general, cubrir la etapa lo más honrosamente posible y ya está. Luego empezó a nevar, y la carretera se fue poniendo poco a poco más blanca, un poco más blanca, y más blanca aún...tal como se ha visto más tarde en las fotos de la época llevando a tener un par de dedos de espesor y un frío de mil demonios.

Nada más coronar, me puse un térmico, una de las prendas que teníamos entonces con capucha, y yo quería hacerlo sin bajarme de la bicicleta. Pero el frío que ya se me había metido dentro me obligó a parar; pensaba que como no iba a hacer nada en la general me daba igual perder un minuto más o un minuto menos. Después de ponérmelo intenté ajustarme unos guantes, pero no podía, se he habían quedado los dedos insensibles. Arriba estaba con Enrique Sanz, que era el mecánico del equipo, y me frotaba las manos para ver si las podía poner en los guantes... imposible, cuando iba a ponérmelos, se me doblaban las manos.

Mientras tanto, algunos ciclistas se paraban también a abrigarse y otros, en cambio, tiraban para adelante. Entonce al ver esto, que estaba perdiendo más tiempo de lo previsto, decidí yo también arrancar, ya había perdido mucho tiempo intentando ponerle los guantes y me lancé hacia abajo, ya os podéis imaginar cómo, con unos tiritones de frío enormes.

En la bajada, y con la tiritona, todas las vibraciones cuando se cogía un poco de velocidad se acusaban, y había que ir frenando todo el rato para tener control sobre la bicicleta. Recuerdo que hacia la mitad de la bajada, entre el frío y que vas un poco ‘groggy’, de pronto me crucé con un ciclista que subía. Pensé si se había caído o le había pasado algo, Poco después, otro más, también en sentido contrario. ‘A ver si me he confundido de carretera’, pensaba. Más adelante, me crucé todavía con otro ciclista más, era Marc Madiot, en sentido contrario, pero éste a pie. Entonces ya me di cuenta por qué era, era una manera de entrar en calor de tal forma que remontaban un poco hacia arriba para poder realizar la bajada con más garantías. Hacían unos cien metros subiendo, y luego atacaban de nuevo la bajada.

Al llegar a la meta una cosa que me sorprendió era que veía a los periodistas españoles todos hechos polvo, dejaban sus abrigos a los ciclistas que iban llegando. Debíamos tener una cara de lástima que todo el mundo se apiadaba de nosotros. Durante dos días después tuve dos dedos entumecidos, sin poder casi doblarlos y me dijeron que eran síntomas de haber tenido una congelación. Había bajado sin guantes, no me los pude poner arriba, bajé todo el rato sin soltar los dedos de los frenos, los soltaba un poco para coger velocidad, pero siempre frenando. Fijaros cómo fue la bajada que Van de Velde iba escapado, coronó el primero y yo no le adelanté de la cima hasta la meta. Luego se clasificó el último de la etapa. Fue un día que hubo muchas historias, gente que había abandonado y como se estaba haciendo la vista gorda a falta de un kilómetro se bajaron del coche para entrar en la meta en bici.

Se habló que la etapa de manera legal la habíamos hecho como 45 corredores, y los demás, pues eso, que habían hecho la bajada en coche para entrar en la meta subido en la bicicleta... Pero esto son habladurías, como había un caos tan grande, nadie se daba cuenta. En la meta todo el mundo estaba alucinado, los periodistas sabían que estaban viviendo una etapa histórica en cuando a dureza metereológica.

Otra cosa que recuerdo es que a Javier Lukin, que estaba en nuestro equipo y que era un poco tímido, lo llevaron detrás del podio donde estaban las azafatas, quienes fueron las que le ayudaron a quitarse la ropa húmeda. Luego alguno le comentó que había estado desnudo con las azafatas, y él lo negaba, había llegado tan muerto que no se había dado cuenta..."

Juan Tomás Martínez, 38º a 20:19: “Cada curva era terrible”

“Yo recuerdo que antes de la etapa hubo una reunión, era porque no se sabía si se iba a hacer o no, y allí acudió cada equipo con un corredor. Tras unas votaciones, se decidió que sí, que se iba a realizar la jornada tal como estaba anunciada con el Gavia y todo.

Salimos lloviendo, con frío, pero no con una temperatura muy baja. Poco a poco, la cosa comenzó a empeorar subiendo el Gavia. Los últimos cuatro kilómetros eran de tierra y se hundía la rueda hasta dentro. Llegamos arriba, hacía una ventisca muy fuerte, y había mucha gente bajada de la bicicleta y también más de uno con las manos en el tubo de escape de algún vehículo para entrar en calor. ¡Era alucinante! Además, los espectadores que habían subido a ver la carrera estaban igual, llorando todo el mundo, intentando ayudar a los ciclistas,...

Luego yo me lancé en la bajada pero se me había hecho una bola de nieve tan grande en el cambio que no podía cambiar. Iba con el piñón más grande que había metido en la subida, y le daba para abajo a los piñones para cambiar de marcha, y no había forma... Bajando el puerto, con una tiritona impresionante, me caí un montón de veces, no por la velocidad, sino por que bajaba rígido, lo que me impedía trazar las cuevas como debía. Cada curva era terrible, pasaba la que pasaba pero congelado de frío. Para haceros una idea decir que en la cima había unos once grados bajo cero.

Luego, en la meta, veía a compañeros corriendo. Estaba uno de ellos que era de mi equipo, Cyrille Francello, que del frío que tenía arrancaba en dirección contraria y lo tuvieron que retirar congelado de frío. Este era neoprofesional, y me acuerdo que estando en el hotel antes de la salida conversando con Suárez Cuevas y otros más nos decía. ‘Yo con una gorra, ya me vale’. Claro, iba de valiente y le pasó lo que le pasó. Lo pasó muy mal. Nosotros arriba subíamos con el coche y nos iban dando el chubasquero, parabas y te lo ponías. Arriba había espectadores que iban dando té caliente a algunos ciclistas, pero yo no me bajé, ya sabía que se me hubiera parado no hubiera arrancado.

Se comentaba que alguno hizo la bajada en coche, pero lo único que sé es que se hubo muchos retirados. En lo que a mí respecta, es la etapa en la que más frío he pasado, lo que más sentía era el frío en las manos y los pies. Al llegar al hotel, que gracias a Dios estaba cerquita de la meta, el masajista nos había preparado una bañera con agua caliente y vinagre. Pero casi no te podías meter en ella, ya que notabas el cambio brusco del frío al calor. Para el día siguiente ya estaba recuperado y, en cierto modo, agradecí que suspendieran la subida al Stelvio en la etapa, eran unos 30 kilómetros de subida.

El Giro, así y todo, era una carrera que me venía bien, los puertos son más largos y rendía mejor que en puertos cortos. Nuestra misión en aquel Giro era hacer lo mejor posible, a ver si en alguna etapa hacíamos algo, dejarnos ver y, si se podía, algo más. Íbamos sin ningún líder, y cuando comenzó yo estaba un poco griposo; como empezó a hacer calor en las primeras etapas, me fui recuperando”.

Santiago Portillo, 44º a 21:53: “Me tiré el té caliente por la cabeza”

“Aquella etapa fue la más dura que he vivido encima de la bicicleta, y hasta creo que la sido la más dura que ha existido, todo ello si tenemos en cuenta que las condiciones climatológicas en la cima del Gavia eran terribles. El director del Giro era Torriani, y había posibilidades de que la etapa se suspendiera. Por contra, había ciclistas que veían una buena ocasión de alcanzar el liderato, y fueron los que tenían interés y pusieron a sus hombres a tirar en la primera parte de la etapa.

Subiendo ya el Gavia se puso a nevar, a lo que había que añadir que la última parte del puerto el asfalto había desaparecido. Yo me di cuenta que verdaderamente era duro cuando al llegar al alto del puerto me encontré a Roberto Visentini sentado en la nieve, ya que la carretera no se veía, agarrando los tubos de escape de una moto de la RAI. Entonces me dije que había que tirar para adelante y no parar, y así veías un poco más adelante a otro corredor tirado al lado de la carretera, y otro más adelante.

Los cambios, el piñón,...y todo estaba con la nieve congelada por lo que las ruedas parecían lenticulares: la parte del piñón y el cambio todo ello era un mazacote de hielo y nieve. En la zona de arriba, que son unos llanos con unos toboganes hasta que se llega a la bajada, ahí me di cuenta que la cosa se ponía muy complicada. Y casi sin poder parpadear, con todo congelado: las manos, los pies,... sin poder apretar los frenos y frenando arrastrando los pies. El descenso fue muchísimo más duro que la subida, no me caí ninguna vez, pero los tacos de las zapatillas los desgasté completamente por debajo ya que, a pesar de ir muy lento, aunque apretaba los frenos no lograba que la bici parara. Iba sin reflejos, y cuando llegaba a una curva llegaba casi parado. Cuando veía que la bici no paraba, sacaba los pies y los llevaba a rastras como buenamente podía.

Luego, al llegar al hotel y meternos a la bañera, dábamos saltos de la diferencia de temperatura entre la del agua y la de nuestro cuerpo. En la meta, nos echaban unas mantas por encima y nos daban té caliente, que yo no pude beber porque tenía congeladas las mandíbulas. Me quitaron el tapón de la ponchera y me lo tiré por encima de la cabeza, era como revivir. Ya en el hotel, a quitarte la ropa como buenamente se podía y a la bañera.

Me acuerdo que entonces estaba muy en auge el equipo Panasonic, y que arriba del Gavia paraban y los auxiliares les ponían unos trajes como de neopreno, pero de una pieza entera. Estaban los coches arriba, no sé si había más, las condiciones eran muy duras, pero solo me acuerdo de aquellos coches. Yo bajé solo, delante iba un grupito con unos 17, y sí que me pasó alguno. No veía, bajaba sin visibilidad y sin reflejos, pensaba que corría peligro por si me salía... y hasta que se dieran cuenta que faltaba. Yo de por sí no era mal bajador, pero tenía muy mermadas las condiciones físicas. Sé de gente de nuestro equipo que entró a casi una hora, y eso a pesar de ser una etapa corta.

He corrido en el Giro etapas nevando y más largas, he corrido siete Vueltas al País Vasco, con nieve en más de una ocasión, etapas suspendidas por Altsasu debido a las condiciones de nieve,... pero no he sufrido nunca como aquel día, nevando sí, pero con una temperatura de muchos grados bajo cero.

A mí no me pareció mal que se suspendiera la subida al Stelvio en la siguiente etapa. En aquel Giro había mucha política con Visentini, creo que Torriani estaba muy condicionado, Visentini en aquellas condiciones no funcionaba, pero sí Zimmermann, ambos en el Carrera. El equipo estaba dividido, se comía en dos mesas, en una el equipo de Visentini y en la otra los del suizo. Nosotros íbamos de novato, y afrontábamos con lo que nos echaban, estábamos en una edad en la que se tienen ganas y más o menos te da igual todo.

En los Giro que he corrido he disfrutado, fueron duros...y sobre todo la pasada del Gavia. El aquella etapa hacíamos casi seguido Vuelta y Giro, y algunas veces en verano la Vuelta a Portugal, donde andaba muy bien porque aguanto muy bien el calor. Llegué a ganar la etapa reina que terminaba en Nuestra Señora de Graça y me hice casi toda la etapa en fuga. De hecho, cuando pinché en el último puerto, no me podía ni parar porque llevaba las ruedas pegadas de alquitrán del asfalto que se había derretido.

Jesús Rodríguez Magro, 52º a 23:53: “Un infierno”

“Fue la peor etapa de mi vida, la más dura con diferencia. En la bajada no sabía si bajarme, si tirarme por el terraplén o yo que sé, cada curva que veía en la que había alguien me daban ganar de parar y pedirles algo de abrigo, un anorac o lo que tuviesen. Al final llegué a meta y me arrepentí de no haber parado y haber cogido algo de abrigo... ¡Impresionante! Fue el día que peor lo ha pasado de mi vida con diferencia, los frenos no frenaban nada, llegué a meta helado.

Cuando llegué al hotel entré en la habitación con unos tembleques de campeonato y me encuentro con Omar Hernández, que es con quien hacía habitación, se empezó a reír sin parar, y yo pensaba: ‘Este, de qué se ríe’ Me respondió: ‘Ay, hermano, yo llegué hace un rato y me veo en la figura de usted cómo llegué yo’. Subiendo iba tan ‘jodido’ que no veía nada, no sé quién estaba en la cuneta. Sé que Van de Velde llegó solo arriba, y que luego en la meta llegó a una minutada. Yo arriba no paré para nada, seguí, seguí y seguí... y llegué al hotel como pude. No sé con quién entré, sé que la subida la hice con algún compañero, pero no sé cómo y con quién llegué abajo. De allí ya al hotel, que estaba cerca de meta, había que pasar por contrameta y estaba a eso de un kilómetro.

La etapa fue para mí un infierno, estaba muy bajo de defensas durante todo el Giro. La siguiente etapa no se subió el Stelvio, se decía que no estaba tan mal para pasar por ahí, pero tal como estaba yo me vino de perlas. En la salida de la etapa nadie nos avisó de lo que podía pasar, encima el Gavia no tiene asfalto en muchas partes, era como un camino de barro, subiendo como podía con un 25 o un 27, lo que llevábamos antes. Veía la cadena y estaba llena de barro.

Al Giro fuimos a ayudar a Perico en todo, intentamos echar una mano en lo que pudimos, él pensaba hacer algo en algunas etapas, pero no le salió; luego en el Tour sí, ahí ya tuvimos suerte. Era mi primer año en el Reynonds, y yo hice, más o menos, el calendario de Delgado".

Artículo original publicado en el número 10 de Urtekaria Revue (www.urtekaria.com)
Para más información: info@urtekaria.com (tel.: 695749446)
Urizar Edizioak
Apartado 13
48620 Plentzia
Suscripción 4 números: 28 euros (Europa 34 euros)

Sumario número 10:
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